De entre las muchas ideas que Douglas Sirk va soltando sobre su concepción del cine en el libro de entrevistas Sirk on Sirk (que cuenta con dos ediciones en español: en Fundamentos, de 1973, y en Paidós, de 2002), del futuro biógrafo de Mao Jon Hallyday, hay dos que parecen muy presentes en los largometrajes que el cineasta nacido en Hamburgo rodó con Rock Hudson y Jane Wyman como pareja protagonista, Obsesión (1954) y Sólo el cielo lo sabe (1955). La primera de ellas hace alusión a su visión del happy-end, el forzado final feliz propio del folletín que el Hollywood clásico hizo suyo:
Ustedes saben que la tragedia griega es fundamentalmente pesimista. Pues bien cuando una película está a punto de acabar, Dios —un dios— se une a la acción y transforma la situación para ir a mejor, a fin de que el público pueda abandonar la sala y gozar de una noche de plácidos sueños... Tiempo atrás comparé el happy end con la señal luminosa roja—EXIT— que hay en los cines: la salida de urgencia. En caso de declararse fuego, o si en caso de guerra se produjese un bombardeo, hay una salida, puedes escabullirte hacia el exterior, reencontrar la luz del día, TE PUEDES SALVAR... Es un punto de vista irónico.