31 de marzo de 2016

Anticomunismo y esquizofrenia

Desde mucho antes de haberla visto, la película My son John (Leo McCarey, 1952) despertaba en mí gran interés por una razón muy concreta: era, por su argumento, época de realización y significación histórica, el tipo de obra más propicia para terminar de detestar a un cineasta querido, respetado y estudiado como uno de los más importantes de todos los tiempos por diversos autores; en particular, por uno de los críticos españoles que más me ha interesado desde siempre, Miguel Marías, que le dedicó uno de los pocos libros monográficos que ha salido de su pluma, no todo lo prolífica que hubiésemos deseado. Mi aprecio por McCarey siempre ha sido muy escaso, no tanto por la calidad de su cine (discutible e intermitente, para mi gusto, pero ni mejor ni peor que tantos otros nombres del Hollywood de su época) como por su nada estimulante ideología, asentada en el tipo de reaccionarismo que más rechazo me produce: el que se basa en una religiosidad tradicionalista, conservadora y ramplona, la misma que inspiró lo más abyecto de la cinematografía española de las décadas de 1940 y 1950, que en muchas ocasiones fue incapaz de dar forma a un guión sin incluir a un sacerdote entre sus personajes y que envilece la fecunda senda del cine espiritualmente rico y emotivo, capaz de conmover a las piedras y por la que transitaron algunos de los nombres más importantes de la historia del cine (como Carl-Thedor Dreyer, Robert Bresson o Andrei Tarkovsky). 




15 de marzo de 2016

Las tres muertes del verdugo

El 27 de mayo de 1942, el verdugo nazi de Checoslovaquia (nombre técnico del cargo: protector interino del Reich de Bohemia y Moravia) Reinhard Heydrich sufrió un atentado, parcialmente fallido, por parte de la Resistencia de aquel país, apoyada por el gobierno checoslovaco en el exilio (presidido por Edvard Benes) y el gobierno británico. Ocho días después, Heydrich falleció como consecuencia de dicha agresión, que fue la única llevada a cabo con resultado de muerte contra un importante líder nazi en el poder y que tuvo terribles consecuencias para la población civil.

Las primeras versiones cinematográficas de este acontecimiento no tardaron en llegar, con ilustres protagonistas salidos del exilio alemán y ubicados, con (hasta entonces) poca fortuna, en la industria de Hollywood. En el año 1943 y estrenadas con una diferencia de meses, se realizaron Los verdugos también mueren, dirigida por Fritz Lang y que supuso la única aportación exitosa, en forma de guión, de Bertolt Brecht al cine estadounidense, y Hitler's Madman, la primera película que pudo dirigir en solitario Douglas Sirk desde su llegada a América. De desigual valía (en mi opinión, la primera es una obra maestra y la segunda, una obra interesante), en ambas hay aportaciones sobresalientes y las dos comparten algunas similitudes en el tratamiento del tema, al no contar con todos los datos disponibles sobre los detalles del atentado y sus consecuencias y al no poder desvelar algunas cuestiones relevantes, para no comprometer todavía más la posición de una Resistencia que entonces seguía en lucha contra los ocupantes alemanes.