20 de diciembre de 2017

2017: El fin de la esperanza


Existen muchas maneras de enfocar un año cinematográfico y elaborar la subsiguiente lista de películas más significativas: la más subjetiva de ellas es englobar las películas vistas, en cualquier contexto, durante los últimos doce meses y rodadas en cualquier época y lugar, sin ningún tipo de acotación; la más objetiva (y más considerada para los lectores, al ofrecerle un terreno de juego muy delimitado, aunque quizá por ello la menos interesante), acotar el terreno al máximo y circunscribirse a estrenos comerciales proyectados en pantallas de cine. Hace una década opté por la primera opción y el año pasado por la segunda, y esta vez me inclinaré de nuevo por la esta última, aunque con la idea de que una de las menciones compense, en parte, esta limitación. 

18 de diciembre de 2017

El orden de un año

A finales de 2016 era fácil justificar la conveniencia de elaborar y publicar una lista de los mejores estrenos cinematográficos del año, como corolario de una temporada de escritura marcada por cierta constancia, que prometía seguir al mismo ritmo. Hoy, sin embargo, es un poco más difícil: la actividad de esta página ha tendido últimamente a lo guadianesco, la temporada de cine no ha sido la mejor e incluso la división en años se antoja ahora poco significativa: una convención heredada, un tanto arbitraria conociendo que el estado de la cuestión del arte cinematográfico y su distribución comercial debe ser valorado en períodos de tiempo más amplios, sabiendo además que enero supondrá una extensión de la situación de diciembre y no supondrá corte significativo alguno. 

Abundando en estos argumentos, imaginemos una historia. Un hombre, a finales de marzo o principios de abril, va cubriendo el recién descubierto trayecto en autobús de casa al trabajo, mucho más satisfactorio y evocador que el hasta entonces habitual desplazamiento subterráneo en metro. Sentado en la última fila, alrededor de las ocho de la mañana, un día soleado y que se adivina esplendoroso, observa una glorieta cuya fuente central está bellamente iluminada ya, a horas tan tempranas, por la luz natural y la fuerza de la incipiente primavera; de fondo, la gente caminando, con un mayor o menor grado de preocupación, dividida entre los ociosos que dan un paseo matinal y quienes se desplazan hacia sus centros de trabajo. 

12 de octubre de 2017

Zinemaldia 2017 (7): La herida que sangra



Después de más de cuatro décadas de carrera, la incansable búsqueda de la mejor manera de representar el (des)amor y sus consecuencias por parte del cineasta francés Philippe Garrel ha llegado a uno de sus puntos culminantes en L'amant d'un jour, su última película, presente en la sección de Zabaltegi-Tabakalera del festival de Donostia y en la que la coherencia con su obra más reciente es total; no en vano, se presenta como parte de una trilogía antecedida por La jalousie y L'ombre des femmes. Aunque podemos apreciar en esta tríada una notable depuración estilística (algo que, por otra parte, no es novedoso en su obra), no hay nada en el discurso garreliano que lo acerque a la postura del intelectual apartado del mundo que, próximo a convertirse en septuagenario, se dedica a transmitir la calma y la tranquilidad que dan la experiencia; al contrario, el autor de Le Vent de la nuit ha ido intensificando su visión del amor como una experiencia límite, radical, que se apodera de todo el ser y que elimina todo contexto, traduciendo a nivel emocional el mismo proceso físico que iba gangrenando a los protagonistas de El imperio de los sentidos de Nagisa Oshima. 

9 de octubre de 2017

Zinemaldia 2017 (6): Los caminos de Zabaltegi

En crecimiento constante desde que, en 2015, la apertura de la sede de Tabakalera le concedió un espacio propio y se le confirió carácter competitivo, podemos decir que la sección de Zabaltegi es ahora en la más interesante de Zinemaldia, toda vez que Perlas ha renunciado a ser poco más que un anticipo de los estrenos anunciados para los próximos meses. A ello ayuda el que algunas películas a priori más destacadas que parecían destinadas a ser mostradas en ese escaparate, como la Palma de Oro en Cannes (The Square, de Ruben Östlund) o las últimas creaciones de Philippe Garrel y Hong Sang-soo, hayan sido reubicadas en Zabaltegi, compitiendo de igual a igual con cortos y mediometrajes (en una decisión en la que se les adelantó, en la edición pasada, la sección oficial de Filmadrid) y, en esta ocasión, con una miniserie de televisión, Vergüenza, de Juan Cavestany y Álvaro Fernández-Armero, de diez capítulos. 

6 de octubre de 2017

Zinemaldia 2017 (5): El cineasta autocrítico



En la rueda de prensa posterior al pase que en el Kursaal 1 se realizó de El autor, película que compitió (sin éxito) en el reciente Festival de Donostia, el director Manuel Martín Cuenca hizo estas contundentes declaraciones: 
Esa idea de trascender, de hacer grandes películas... Igual estamos un poco haciendo el imbécil.
Unas palabras así, escuchadas en boca de un cineasta español y después de haber visto una película suya que supone una cierta ruptura con toda su obra anterior, suponen un motivo de alegría: es muy poco habitual que alguien, en cualquier ámbito pero especialmente en el artístico, sea capaz de hacer autocrítica, no solo de palabra, sino también cinematográficamente hablando; a veces, es el único camino para crecer. Por otro lado, casan muy bien con el espíritu de la obra de Javier Cercas, el autor de la novela El móvil que inspira este largometraje, que en su día dejó escrito:
Cuando pierdes de vista que el éxito es obra del azar y no del mérito estás acabado.

5 de octubre de 2017

Zinemaldia 2017 (4): La angustia



A la hora de abordar una obra como La douleur, de Emmanuel Finkiel, presente en la Sección Oficial del Festival de Donostia, nos enfrentamos a varios problemas. El primero de ellos, y no menor, es su temática: se trata de una película sobre la ocupación nazi de Francia, y sobre dos escritores de trayectoria conocida, lo suficiente al menos como para que exista una imagen y una opinión previa sobre ellos en una minoría significativa de espectadores: Robert Antelme y, sobre todo, la también cineasta Marguerite Duras, en cuya novela autobiográfica, del mismo título, se inspira el guion de este largometraje. Con un punto de partida así, sospechamos que nos vamos a encontrar con una película de argumento, en la que la mera ubicación histórica y la apuesta por personalidades conocidas y no por personajes de ficción pura puede cohibir cualquier atrevimiento cinematográfico del director, en beneficio de la simple ilustración de hechos (aunque recientemente hayamos tenido una prueba de lo contrario, en Stefan Zweig: adiós a Europa, de Maria Schrader, uno de los estrenos más destacados de este año). El segundo problema es que se trata de una película sobre la angustia, un término sobradamente conocido y utilizado pero tan difícil de describir como de retratar en la ficción: solo la conoce el que la ha vivido con la suficiente intensidad como para sentirse herido con el uso superficial que se hace del vocablo, en la habitual costumbre de desgastar las palabras y despojarlas de su verdadera significación que hace que algunas de ellas, en el lenguaje común, tengan que intensificarse con un "súper" o la terminación -ísimo para conseguir describir al interlocutor la profundidad del estado anímico. 

4 de octubre de 2017

Zinemaldia 2017 (3): El factor rumano



En un momento de la irónica narración que intenta dotar de sentido al monótono partido de fútbol entre el Dinamo de Bucarest y el Steaua de la misma ciudad que Corneliu Porumboiu convirtió en la película The Second Game, el realizador rumano intenta poner el acento, con una mezcla de ingenuidad y cinismo, sobre las distintas sensibilidades políticas que representaba cada equipo: el Dinamo, resalta el cineasta, era el equipo de la Securitate y el Steaua, del Ejército. Su padre, árbitro de aquel encuentro de 1988 y comentarista con él de la película, responde rápidamente: 
-Sí, ¡Partido Comunista contra Partido Comunista!

3 de octubre de 2017

Zinemaldia 2017 (2): Señales equívocas



La concesión de la Concha de Oro a The Disaster Artist, de James Franco, vino a empañar las buenas sensaciones que nos había transmitido la sección oficial a competición, cuyos retazos de coherencia y la sutil voluntad de corregir los desafueros de la pasada edición hacían pensar que el festival de Donostia quería transmitir algo semejante a una identidad propia. Podemos considerar que el jurado que presidía John Malkovich (que se autodefinió durante el certamen como "una persona muy justa con un amplio abanico de intereses y un vasto espectro de experiencias") obró por su voluntad y se guió por su subjetivo criterio sobre la calidad, significación, oportunidad y valores cinematográficos de la obra premiada, o podemos, al contrario, especular con que el propio festival tenía interés en que el máximo galardón del palmarés fuese a recaer en esta cinta, por razones tales como el acercamiento a un público juvenil adicto al fenómeno fan, por la popularidad en internet de fenómenos trash como el que encarna el Tommy Wiseau al que alude el título o por causar un mayor impacto, en términos de imagen, en el mercado estadounidense. Sea como fuere, debemos dejar constancia de nuestra disconformidad con el hecho de haber galardonado a una película tan amable, convencional y apegada a los intereses de su biografiado que hasta renuncia a dejar constancia de los datos más básicos que se conocen sobre él (y que aquí prefiere dejar en un servil "no se sabe") y que, más allá de una cierta corrección formal, podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que no abrirá nuevos caminos de ningún tipo, ni al cine ni al festival, y poca huella dejará una vez transcurra el preceptivo tiempo en salas comerciales.

2 de octubre de 2017

Zinemaldia 2017 (1): Nos definen nuestros actos, no nuestras palabras







En el diario que se distribuye gratuitamente entre los asistentes al Festival de Donostia, el crítico Quim Casas, miembro del comité de selección del certamen, escribió en el número del sábado 30 de septiembre, el último publicado en la presente edición: 
Los Festivales de cine son un receptáculo de lo que se cuece, mejor o peor, cada año. Como los festivales de música o los teatrales. La línea a seguir, salvo en los certámenes estrictamente especializados en un género, una modalidad o el cine de un continente, es la de mostrar una panorámica lo más amplia posible. No hay otra, y es sugestiva aunque no siempre se acierte. 

18 de septiembre de 2017

Adolescencia y pesimismo

El pasado miércoles, 13 de septiembre, coincidían en la sección de Opinión del diario El País dos artículos con la adolescencia como argumento común. El primero de ellos, "Años noventa" de Manuel Jabois, ponía el foco en la película Verónica, de Paco Plaza: 
...solo días después de verla se empieza a pensar en todo lo que hay debajo del esqueleto principal, unas chicas haciendo una ouija que sale mal sin saber que cuando sale bien es peor. Por ejemplo, la soledad brutal de la protagonista, una niña de 15 años, huérfana de padre y ama de casa, que de repente ve cómo sus dos únicas amigas empiezan a pasar de ella; hay una pena delicadísima ahí, una tristeza de instituto que no da tiempo a sentir en la película, preocupados como estábamos por el diablo, pero en la que uno piensa después. Si la adolescencia en sí misma es un cuento de terror, una época llena de complejos y frustraciones, condicionada como ninguna otra por el reflejo que devolvemos a los demás, los que la pasamos en la España de principios de los noventa vimos ese terror multiplicado de una forma alegre y suicida. Si algo lo arreglaba eran los amigos, las tardes enteras echadas a perder con ellos; si algo lo podía arruinar para siempre era perderlos.

28 de agosto de 2017

La mirada otoñal



Acudo, una noche fresca del mes de agosto, al cine Doré para ver por tercera vez Caníbal de Manuel Martín Cuenca, animado por la presencia del cineasta en la sala y por el tiempo transcurrido desde los dos anteriores visionados, el año de su estreno (2013). El público no es muy abundante, pero antes de entrar me encuentro con amigos y conocidos que salen de una sesión anterior de Céline et Julie vont en bateau (1974), película que me produjo una mezcla de irritación y desánimo solo cuatro días antes por el entusiasmo generalizado que creí percibir hacia ella en quienes me rodeaban y por mi admiración habitual hacia Jacques Rivette, en este caso severamente cuestionada. Es probable que de ello tenga muy poca culpa la película en cuestión: el espectador que soy ahora cae en la irritación y el desánimo con demasiada facilidad, como si estuviera buscando en la pantalla la confirmación de la sospecha, que me persigue últimamente, de que el cine no vale nada, y dedicarle tantas horas no ha sido más que un monumental error, una maniobra de distracción para no tener que lidiar con lo que de verdad importa (sea esto lo que sea). 

23 de julio de 2017

Filmadrid 2017 (2): Hermia, Helena y las demás

Dejando a un lado las valoraciones generales de Filmadrid como festival de cine en el sentido más integral de la expresión y bajando al ras de suelo de sus secciones y películas concretas, podemos decir que, en el caso concreto de su Competición Oficial nos quedamos con sensaciones ambivalentes: si bien el tramo más destacado de la primera sección en importancia consiguió imponer su discurso y madurez cinematográfica de forma más notable que en la anterior edición, la parte menos afortunada de las películas a competición ofreció unos resultados muy poco esperanzadores, a lo que se sumó que, al igual que el pasado año, los cortometrajes seleccionados tampoco pudieron ofrecer la impresión de una competencia en pie de igualdad con las películas de duración más convencional. 





27 de junio de 2017

Filmadrid 2017 (1): El mal es el cansancio



Llegamos a la tercera edición de Filmadrid, después de apenas haber rozado la primera y de habernos sumergido intensamente en la segunda con impresiones diversas (favorables en el aspecto cinematográfico, reseñado en Esencia Cine y Revista Magnolia, menos entusiastas en su actividad formativa, sobre la que escribimos aquí mismo). El festival fue transmitiendo durante los meses previos a su celebración dos señales que dejaban claro el núcleo y los límites de su apuesta: por un lado, la intención de mantener viva su presencia en la ciudad de Madrid que lo acoge y le da sentido a lo largo de todo el año con una serie de proyecciones mensuales en el Cine Estudio del Círculo de Bellas Artes, acompañadas de un cuadernillo de un cuidado diseño y la presencia del cineasta en la sala, y por otro lado los problemas financieros que marcaban los límites de su ambición, indisimulables desde el momento en el que se hizo pública una campaña de micromecenazgo a través de la plataforma Verkami para recaudar 10.000 euros necesarios para su celebración. 

16 de mayo de 2017

La dignidad masacrada


La reciente campaña electoral para las elecciones presidenciales en Francia ha puesto sobre el tapete un panorama, común a buena parte de Europa, en el que, políticamente hablando, los imaginarios que se confrontan son en su mayoría reactivos y evitativos, la impugnación a mejor del estado de cosas está ausente de la agenda y es la extrema derecha la que parece llevar la iniciativa para imponer cuáles son los temas de debate, y hasta para decidir cómo se enuncian. Como describe el ensayista Marcel Gauchet hablando de Marine Le Pen,
todo el mundo se define respecto a sus ideas. A favor o en contra. En política, hay dos planos: el electoral y el intelectual. Y ella ya ha ganado en el segundo, al imponer su agenda.

28 de abril de 2017

El público medio


Hace algo más de un lustro, recuerdo el desagrado con el que leí, en las memorias del pintor alemán George Grosz (musicalmente tituladas Un sí menor y un NO mayor), su afirmación de que durante su exilio en Estados Unidos, a donde arribó como un rutilante artista exiliado del nazismo que se establecía casi vocacionalmente en la ciudad de Nueva York, había descubierto su identificación con el "americano medio", circunstancia que fue pareja a una acelerada decadencia de su obra. De este modo, el exilio transformó al que había sido el más destacado pintor dadaísta de entreguerras, cuya obra denunciaba con impacto y valentía el nacionalismo alemán y la lógica corrupta y militarista que infectaba el espíritu de sus compatriotas, en un simple dibujante alcohólico, adherido de forma acrítica a la discutible idiosincrasia de su país de acogida. O, dicho de mejor manera en un bello artículo:

21 de abril de 2017

Retrato de la duda con Chris Marker al fondo

Este blog acaba de cumplir 11 años y un mes. No parece una efeméride especialmente propicia para la celebración, a no ser que por alguna extraña superstición cabalística festejemos estúpidamente la "curiosidad" del 11 años, 1 mes, 1 día, 1 minuto y 1 segundo transcurridos desde tan intrascendente acontecimiento. Hubiera sido más propio, quizá, celebrar el décimo aniversario el pasado año, pero la cifra estaba demasiado puesta en cuestión por la peculiaridad de que esta web estuvo seis años en barbecho, sin actividad alguna, lo que reduce notablemente el supuesto mérito de conmemorar "una década (falsa) escribiendo". 

Por otra parte, cualquier entrada que se lea hoy de la primera época (2006-2008) no queda en muy buen lugar: son textos demasiado breves y superficiales como para merecer un festejo, y la única razón por la que hoy permanecen accesibles en la red es por mostrar las propias carencias: creo que, al menos en este caso, conviene asumir los defectos y virtudes del pasado como elementos inseparables de la personalidad del presente. 

28 de marzo de 2017

Verdad cinematográfica, verdad histórica


Llego, a través de una recomendación en redes sociales del crítico argentino Marcos Gustavo Vieytes, a la arcana película húngara de 1982 La elección de Hanna B (extraña traducción del original Egymásra nézve o del inglés Another way, con ninguna Hanna entre los personajes principales), dirigida por Károly Makk y János Xantus. El motivo: su aparente influencia en Carol, temática por un lado (una mujer casada se enamora de otra mujer, en los años 50 y en un contexto nada propicio para ello) y cromática por el otro (una secuencia navideña, con tonalidad y ambiente semejantes, que parece transcurrir en paralelo en los dos largometrajes). Como afirma el propio Vieytes: 
Veinticinco años antes que Carol hubo otra navidad, otro piano, otros cigarrillos, otro viaje, otro hotel y otras amantes descubriéndose, una rubia y otra morocha, una diva y otraa admiradora.

7 de marzo de 2017

Dovzhenko dijo no


Cada vez que leo o escucho la palabra "trasnochar", por una de esas extrañas asociaciones de ideas, me acuerdo de Krasnoyarsk, una región rusa de la que fue elegido gobernador, hace dos décadas, el general Alexander Lebed. Lebed era entonces una figura política al alza, un líder carismático en la incierta Rusia poscomunista, un nacionalista de derecha que se confesaba admirador de Franco y Pinochet. Tras serle concedido un supuesto tercer lugar en las fraudulentas elecciones de 1996, en las que Boris Yeltsin revalidó su cargo frente al candidato comunista y favorito Guennadi Ziugánov, los medios hablaban de Lébed como el futuro líder del país, a pesar de sus más que diestras ideas, por el poco empuje del entonces ya obviamente alcohólico presidente y por la convicción de que cualquier opción que se asociase al pasado soviético era "inelegible" (la profecía se autocumplió con el fraude contra Ziugánov). El FMI, con su director gerente Michel Camdessus al frente, se encargaba de recordarlo.


28 de febrero de 2017

La señal luminosa y los argumentos doblegados


De entre las muchas ideas que Douglas Sirk va soltando sobre su concepción del cine en el libro de entrevistas Sirk on Sirk (que cuenta con dos ediciones en español: en Fundamentos, de 1973, y en Paidós, de 2002), del futuro biógrafo de Mao Jon Hallyday, hay dos que parecen muy presentes en los largometrajes que el cineasta nacido en Hamburgo rodó con Rock Hudson y Jane Wyman como pareja protagonista, Obsesión (1954) y Sólo el cielo lo sabe (1955). La primera de ellas hace alusión a su visión del happy-end, el forzado final feliz propio del folletín que el Hollywood clásico hizo suyo:
Ustedes saben que la tragedia griega es fundamentalmente pesimista. Pues bien cuando una película está a punto de acabar, Dios —un dios— se une a la acción y transforma la situación para ir a mejor, a fin de que el público pueda abandonar la sala y gozar de una noche de plácidos sueños... Tiempo atrás comparé el happy end con la señal luminosa roja—EXIT— que hay en los cines: la salida de urgencia. En caso de declararse fuego, o si en caso de guerra se produjese un bombardeo, hay una salida, puedes escabullirte hacia el exterior, reencontrar la luz del día, TE PUEDES SALVAR... Es un punto de vista irónico.

17 de febrero de 2017

Sin permiso del cielo


Fijémenos en los detalles de este cartel de Sólo el cielo lo sabe (1955), de Douglas Sirk. ¿Qué vemos? En primer lugar, como principal reclamo, los nombres de las dos estrellas protagonistas, Jane Wyman y Rock Hudson, en una tipografía de tamaño incluso mayor que el propio título del film. Contrastemos este despliegue con la ubicación del nombre del cineasta: aparece en una pequeña línea inferior del cartel, después de los actores secundarios y solo prevaleciendo sobre el nombre del guionista y del muy relevante productor, Ross Hunter. No hay, pues, rastro de alguno de la intención de presentar, por parte del estudio, una película "de" Douglas Sirk, sino de dos estrellas y de su romance, con el añadido, casi subversivo para la época, de la diferencia de edad en favor de la protagonista femenina (Jane Wyman era ocho años mayor que Rock Hudson, aunque en la película la diferencia de edad es mayor y ella es viuda). Añadamos: en 1955 no estaba ni mucho menos popularizada la noción de "autoría" en el cine, pero desde luego sí había cineastas cuya presencia gráfica en los carteles de sus películas era mucho más notoria. El más significativo en este sentido, y sin salir de Hollywood, era Frank Capra, que no en vano tituló sus memorias El nombre delante del título.

26 de enero de 2017

Los odiosos ocho y sus fragmentos de historia


Existen unas coordenadas políticas en las que se mueven el cine y la visión de la Historia de Quentin Tarantino y que dan sentido, más allá de su evolución estética, al discurso de fondo de sus películas. Si para explicar la continuidad entre Malditos bastardos y Django desencadenado el cineasta declaró, en una entrevista y con una contundencia poco habitual entre su gremio, que “la Esclavitud es el equivalente americano al Holocausto”, en Los odiosos ocho se adentra en cuestiones tan relacionadas con su anterior largometraje como las secuelas de la Guerra de Secesión, la causa de la Confederación y los métodos y la personalidad de buena parte de quienes la defendieron.  

19 de enero de 2017

La absurda lógica del capital


Entre las muchas listas publicadas recientemente con "el mejor cine del año", me ha llamado la atención, por su exhaustividad, la del habitualmente citado Miguel Marías, al que vuelvo a sacar a colación por el corolario final a su relación de películas destacadas, en el que comenta su "desconcierto" porque una obra como Toni Erdmann haya sido, para un buen número de críticos, considerada la película más relevante de 2016, no encontrando en ella valor "de ningún tipo". La opinión de Marías no es la única a este respecto, y no debería causar ningún tipo de sorpresa: con cada película que genera un cierto grado de consenso, surge también su grupo de disidentes, que aseguran no entender al resto y consideran que hay algún tipo de error de apreciación generalizado, cuando no una clamorosa ausencia de inteligencia del grupo mayoritario o minoritario, según los casos.