5 de diciembre de 2007

La huella de los Corleone

No es habitual citar en las listas de mejores películas de todos los tiempos secuelas, precuelas o sucesivas continuaciones de un filme inicial. La mayoría de segundas o terceras partes obedecen a estrategias comerciales, y más que redondear o añadir cosas a una gran obra, lo que hacen es restarle méritos al cineasta que se presta a alargar artificialmente algo que ya tenía su punto y final.
Y sin hablar de éxitos comerciales que nada tienen que ver con el cine, podemos recordar la trilogía de Apu del gran Savtiajit Ray: de la obra maestra inicial, La canción del camino, apenas queda nada en una tercera parte (El invencible) tristemente desoladora.


Existe sin embargo una excepción: la trilogía de El Padrino, de Francis Ford Coppola. Las dos primeras entregas, vistas por separado, son grandes películas. La tercera, muy inferior a las anteriores, es en todo caso un filme interesante. Ver las tres seguidas es sin embargo una experiencia extraordinaria: cada una de las partes adquiere un sentido superior, se convierten en partes de un puzzle perfectamente ensamblado y muestra algo que en definitiva sólo se podía intuir con alguna de las partes: el total y absoluto fracaso de la familia Corleone, finalmente hundida en un río de sangre, muerte y soledad.
Más de una vez se ha interpretado que la trilogía de Coppola idealiza a la mafia y muestra una imagen dulcificada del crimen organizado. Es un punto de vista que, en mi opinión, sólo puede surgir de ver alguna de las partes, pero en ningún caso de la trilogía completa.
Y con la trilogía en las retinas, comprendemos que el Vito Corleone que interpretan Robert de Niro y Marlon Brando es un personaje secundario, el antecedente necesario del auténtico protagonista, Michael Corleone: el que empieza siendo un joven universitario en una familia de mafiosos, que se alista voluntario para luchar contra el fascismo en la II Guerra Mundial y quiere iniciar un camino distinto bajo la mirada benévola de su todopoderoso padre y la cálida compañía de una joven Diane Keaton, inocentemente sorprendida de los orígenes familiares de su idealista novio. En la boda de Constanza Corleone, con la que se inicia la primera parte, Michael responde a la incredulidad de su compañera ante lo que se va encontrando con un rotundo y lacónico:
Es mi familia, no yo.


Toda la costra de la que se va cubriendo el joven Michael para evitar ser determinado por su origen familiar va a desaparecer en una progresiva renuncia a los objetivos que parecían guiarle. El intento de asesinato de su padre le lleva a iniciar el camino del crimen por venganza, y es significativo que cuando Vito Corleone despierta en el hospital, el mayor disgusto se lo produce el saber que lo único limpio que quedaba en la familia se ha manchado también de sangre.
Los Corleone quieren que todo el entramado de crimen y muerte sobre el que se sostienen desemboque en algo positivo, y tras su renuncia y primer exilio en Sicilia Michael se consuela asegurando que “en cinco años, la familia Corleone tendrá una posición legal”. Poco después de pronunciar esta sentencia volverá a asumir el legado familiar con un nuevo crimen múltiple que inaugura su posición de Don, y ante el cual, como se ve en la última escena de la primera parte, se cerrará la puerta para siempre para una Diane Keaton cuya inicial desesperanza ante la degradación de su marido no tardará en transformarse en asqueamiento. Es tal vez el único personaje limpio de toda la historia: la mala conciencia de Michael, la que se enamoró del joven universitario y odiará al viejo criminal, la única que con la sola fuerza de sus presencias y sus ausencias marcará el camino del éxito o el fracaso de los Corleone.

El Michael epilogal es ya un influyente empresario que quiere limpiar el pasado familiar adquiriendo un gran banco, y en ese camino volverá a una Italia en la que le espera un esplendoroso homenaje vaticano, “un vergonzoso acto de tu Iglesia”, como dirá Diane Keaton. Con Michael en la cima de su poder e influencia, con todos sus enemigos asesinados, de nuevo veremos (como sucedió con Charles Foster Kane y su Rosebud) que un hombre puede ganar el mundo pero perder su alma, y el desolador fin de la estirpe se producirá en una vieja silla, sobre una árida tierra que se secó por ser regada con sangre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Para mí "el padrino" es una de mis peliculas favoritas ,me ha gustado lo que has escrito sobre ella y estoy de acuerdo en que la tercera parte es muy inferior yo creo incluso que no la tenia que haber realizado, me decepcionó muchísimo y me aburre bastante.Con respecto a los personajes yo me quedo con Vito ay ese Marlon Brando IMPRESIONANTE,personalmente para mí una de las mejores interpretaciones de la historia.¿Y la banda sonora?sigue emocionandome.Robert de Niro tambien está muy bien en la segunda,creo que es de las pocas que rompe la tradicion de que segundas partes nunca fueron buenas.Para el personaje de Michael Corleone su gran amor fue la chica italiana con la que se casa en Sicilia y que matan.Por otra parte creo que Al Pacino despues de las dos primeras partes no ha vuelto a hacer gran cosa con sus personajes atormentados,con su abrigo,cigarro y copa en mano ya no hay quien le aguante.En fin a mí la que las me gusta es la primera.Besos Perzival.